Los seres humanos tenemos dos ciclos solares muy significativos en nuestra vida, y en algunos casos coinciden. Uno es personal: el momento en el que el sol regresa al mismo punto en su alineación con la constelación bajo la cual nacimos, y por eso en la Astrología se le llama Retorno Solar, aunque es mejor conocido por su nombre mundano, el "cumpleaños". Sobre este ciclo escribiré en otra ocasión.
El otro ciclo es general, y también dura un año a partir del Solsticio de Invierno. Tiene implicaciones espirituales y religiosas aunque se desconozcan o se observen aquellas impuestas por la tradición de la fé profesada o al menos aceptada. De aquí derivan festividades para conmemorar el "renacimiento" del Sol (el solsticio de invierno y su fuego nuevo) o para celebrar el triunfo de la luz sobre la obscuridad (equinoccio de primavera, días más largos que las noches, florecimiento, arado de campos, etc.), o para celebrar su apogeo en el solsticio de verano (como toda esa gente que va por "buena vibra" a Teotihuacan).
Como todos los años escuché, y como en los más recientes leí, "Feliz Navidad" por todas partes, y en una semana más escucharé o leeré acerca de los "propósitos para el año nuevo". Lo curioso es que la mayoría de la gente lo repite por tradición, sin entender realmente el significado de la primera sentencia o el propósito de la segunda, y menos aún se da cuenta de que en su origen vienen de la misma fuente.
Resulta más curioso cuando esas frases provienen de alguien que durante el resto del año niega, condena o se burla de su religión o de las otras tradiciones que se desprenden de ella. Sería más honesto recibir un "felices vacaciones" para los que las tienen o "que tengas una cena/comida deliciosa" para quienes la acostumbren, y sería genial escuchar "que tengas un productivo período de reflexión en el que encuentres la paz y la sabiduría necesarias para aprender del ciclo que termina y proyectar el próximo para seguir creciendo social y espiritualmente"... pero supongo que eso es mucho pedir.
Algunos, al cuestionarlos sobre lo primero, te dicen muy serios o muy ofendidos que lo que se celebra es el nacimiento de su "Señor y salvador Jesucristo"... pero creo que actualmente se sabe que los primeros cristianos celebraban ese nacimiento en la "Pascua" (fecha que resulta más simbólica que histórica), y que fueron los romanos conocidos como "la iglesia de Roma" (los usurpadores de la nueva fé) en tiempos del emperador Constantino los que trataron de conciliar los ritos cristianos, aquellos que tenían por profeta (y posteriormente "hijo de dios") a Jesús el Cristo, con los ritos de la antigua Roma que veneraban al Sol Invictus. Primero introdujeron ritos y simbolismos "paganos" al cristianismo, hasta que finalmente decidieron, en uno de los varios concilios celebrados en ese tiempo (s. IV D.C.), cambiar la fecha de nacimiento de Jesús al 25 de Diciembre, para que con el tiempo todos terminaran celebrarando "lo mismo", así que la referencia histórica es no sólo un mito, sino un fraude.
Sin embargo, toda la forma que "heredó" de aquel antiguo culto solar sí tenía el simbolismo del Solsticio de Invierno: aquel en el que el sol tiene una muerte simbólica (visto desde la Tierra, se detiene en la posición del día más corto del año); rodeado en el cielo (aunque de día no se vean) por las constelaciones de Orión (en especial su cinturón), los Canes mayor y menor (en especial la estrella Sirio), además de Virgo y la Cruz del sur; y tres días después (consecuencia de la órbita de la Tierra alrededor de Helio) reinicia el movimiento (renacimiento) hacia su punto máximo que se encuentra en el otro solsticio, el de verano.
Por todo esto, resultaría correcto usar ese simbolismo y esa “forma” para los propósitos espirituales; lo malo es que nadie lo ve (y mucho menos lo practica) de esa manera. En ese tiempo, en el que el "logo solar" (el "dios", el "protector", el "dador de vida", etc.) está "muerto" y nos encontramos “rodeados de tinieblas”, tenemos una invitación simbólica para resguardarnos (introspectar) en lo que "renace el salvador" (aunque su acción se empezará a sentir con fuerza hasta el equinoccio de primavera).
En ese período de reflexión, que dura tres días, es cuando deberíamos evaluar los frutos del ciclo anterior; aceptar, entender y dejar ir las experiencias que nos fueron adversas; liberarnos de las energías negativas que puedan alimentar la vanidad o la egolatría obstruyendo nuestra razón y buen juicio; hacer conciencia de nuestros logros y las acciones que nos ayudaron a conseguirlos; y con todo eso, planificar nuestras acciones (más que emitir simples propósitos) para el nuevo ciclo que comienza precísamente celebrando el "renacimiento del sol" en los días posteriores al reinicio de su movimiento, con el nombre que se le dé en distintos contextos históricos o geográficos (Fuego nuevo, Navidad, etc.).
Dicho sea, de paso, el celebrar el inicio del año el 1° de Enero tiene su origen en el antiguo Egipto, debido a la alineación en el cenit de la estrella Sirio ("hermana" de Helio, pues ambas tienen la misma duración de sus ciclos geocéntricos) con Gizeh, sitio sagrado para aquella cultura, pero resulta evidente que el ciclo solar es más importante para nosotros que el ciclo "siriano", independientemente de las convenciones sociales con las que tengamos que vivir.
Como sea, estar en este tiempo con los seres queridos, familiares o amigos, es una opción deseable, pero el verdadero trabajo es interno, con interpretaciones simbólicas de aplicaciones pragmáticas tanto en nuestro desarrollo social como espiritual y, como pueden deducir, el consumismo al que son condicionados los individuos en los sistemas capitalistas no tiene nada que ver con el verdadero significado de esta temporada.
Así que, ¿qué piensan ahora acerca de la "navidad"?
Más adelante escribiré sobre el ciclo personal del Retorno Solar.
(Druidas cortando el muérdago sagrado para la celebración del Solsticio de Invierno)