08 febrero 2014

E. T. (in memoriam)

Conocí a Eugenio Toussaint en enero del año 2004, apenas unos meses antes había sido nombrado director académico en la Academia de Música Fermatta pero no había cruzado ninguna palabra con él; en ese tiempo yo no era aún jefe del departamento de LEA (Lectura y Entrenamiento Auditivo) sino únicamente un profesor más de la escuela.

Ese departamento tenía problemas de años atrás (mismos que me encargué de resolver cuando asumí el cargo en 2005 aunque por ello me odiaron todos los alumnos holgazanes y mediocres), así que Eugenio decidió entrar a ver una clase y, según supe después, me eligió a mí por los comentarios que hacían (antes de ser jefe de área era muy popular entre los alumnos).

Recuerdo que ese día iba a dar por primera vez LEA III, era la primera clase, y justo estaba cerrando la puerta una mano grande la detuvo, en seguida apareció él, alto y corpulento, saludó y me avisó que iba a pasar a ver la clase. Por lo general no me importa a quién tenga enfrente cuando doy clases, pero cuando es una materia nueva que apenas estoy preparando me resulta algo incómodo... y más si es el director académico... y más aún cuando se trata de alguien conocido y respetado por su trayectoria. No es que me ponga nervioso, sino que preferiría que me vieran en una clase que tenga bien dominada (lo cual ocurre a lo mucho en dos ciclos de la misma). En fín, traté de concentrarme en mi trabajo, por ahí quiso participar con un ejercicio de birritmias, y al final se despidió y me felicitó por la clase.

Al siguiente semestre tuve en clase a su hijo, quien me hizo saber la buena imagen que Eugenio tenía de mí, aunque el trato no pasaba de saludos cordiales cuando nos encontrábamos por la escuela. En ese momento yo quería entrar a su diplomado, pero se me paso el inicio, y aunque me dijo que entrara, que no había problema, preferí esperarme hasta la siguiente convocatoria, y así fue que en 2005 tuve un año de trato constante y cercano con él, ya que además de tomar la clase y de participar en las actividades derivadas del diplomado, le ayudé a convertir el material de audio al formato mp3 para que pudiera entregarlo todo en un sólo CD, y no sé si fue por agradecimiento o no, pero me apenaba con sus halagos con respecto a mi desempeño docente.

Hubo agradables experiencias con los grandes músicos que invitaba para que tocaran las miniaturas que teníamos que componer, incluso en alguna ocasión fueron a filmar del canal 22 y mi pieza salió en la televisión (y justo tenía que ser un experimento bizarro y atonal para Saxofón jaja), aunque la más significativa fue sin duda cuando lo hicimos para el Quinteto de Alientos de la Ciudad de México en la clausura de un taller sobre técnicas extendidas que impartían dos de sus integrantes.

Recuerdo cómo todos se fueron acostumbrando a las anotaciones con Twengar (caracteres élficos) que hacía en mis partituras con pluma caligráfica, excepto los instrumentistas invitados que ponían una cara de sorpresa que nos divertía a todos. Sin embargo, algo que disfruté durante todo ese año fue la experiencia de convivir con él y con los compañeros del diplomado, pues a pesar su trayectoria su trato fue muy sencillo, amable, pero incluso yendo más allá de la barrera profesor/alumno para brindarnos un poco de amistad. Incluso aprovechando (o abusando) de esa confianza lo llamamos, con cariño y a propósito de la clase de Tuba, "Eufonio" Toussaint. Recuerdo su entusiasmo por compartir y cómo nos animaba a investigar y experimentar para no quedarnos con dudas, y a pesar de incluir fundamentos teóricos su enfoque siempre fue muy pragmático y profesional.

El concierto final fue muy agradable, todos teníamos una personalidad musical muy bien definida que se plasmaba en nuestras piezas... los románticos, los contemporáneos, los populares... fue el cierre de un ciclo increíble a pesar de que yo viví el peor año de mi vida en lo personal.

Después del diplomado, y como consecuencia de su separación de la escuela, el distanciamiento fue inevitable y nos vimos en muy pocas ocasiones, generalmente cuando pasaba a saludarlo en alguna de sus presentaciones, la última vez en 2009.

Justo quería buscarlo, ya que estaba dando clases de orquestación y quería compartir con él lo que estaba haciendo, cuando unos meses después me enteré de la noticia de su deceso. Fue un duro golpe, y en lugar de propagar los chismes sensacionalistas que empezaron a circular, curiosamente de los músicos que lo conocían, al día siguiente, en mi clase de orquestación, decidí tomarme el tiempo y rendirle un homenaje para que mis alumnos conocieran esto que ahora escribo, tres años después, en su aniversario luctuoso.

Su legado y su recuerdo se quedan en este plano, espero que su espíritu haya encontrado la luz necesaria para seguir su camino. Que así sea.


Con Eugenio en el recital de su Diplomado (generación 2005)
(14 de Febrero del año 2006)