22 julio 2014

Salmón cuántico.

Desde hace mucho tiempo, cuando estudiaba la secundaria, he sentido que no me identifico con la gente, que no encajo en ninguna parte, que no voy en la misma dirección. Al pasar los años fui verificando que mi búsqueda de conocimiento y calidad estaba en conflicto con los intereses de las masas, y lamentablemente he visto como la gente mediocre se convierte en ejemplo a seguir mientras que la gente valiosa es motivo de burla o repudio. Ya lo decía Demócrito: "todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa" .

En cierta ocasión, cuando apenas había terminado una carrera en la Universidad, crucé caminando sus jardines y accesos en sentido contrario al de todos los estudiantes que iniciaban un nuevo semestre, llevaban prisa, y yo en cambio, pude observar ese caudaloso afluente de gente... me sentí salmón nadando contra la corriente, y desde ese momento comencé a usar la metáfora con orgullo (aunque alguna vez alguien destrozó mis argumentos, antes de ser emitidos, diciendo "¿o sea que tu vienes de lejos a tirar la hueva?").

Con el tiempo la situación se ha ido agravando, y complicada, como si la excentricidad fuera poca cosa, por una neurosis obsesivo-compulsiva. La situación era crítica, angustiante, y entonces entendí la razón.

De acuerdo con la segunda ley de la Termodinámica, la dirección de la "flecha del tiempo" indica que el futuro se encuentra hacia donde aumenta la entropía (el desorden), ya que hay un mayor número de estados desordenados, y si se parte de un estado de orden, el desorden tenderá a aumentar con el tiempo.

Entonces, la tendencia natural es ir al desorden. La calidad, en cualquier tipo de acciones o pensamientos, está destinada a corromperse. Eso es lo fácil, lo simple, a lo que está condenada cualquier persona sin ambiciones ni compromisos con la evolución espiritual. Pretender mantener el orden supone un alto costo de energía, y tratar de hacerlo un hábito o una constante parece un reto a las predicciones cuánticas o a la evidencia científica. La flecha del tiempo que podría aplicar en ese caso no sería ni psicológica ni termodinámica ni cosmológica, no, tendría que ser ideal, utópica, imaginaria, alejada de nuestra realidad objetiva.

En este momento no entiendo cómo he podido sostener mi vida tanto tiempo. Quizá las condiciones de ella sean las consecuencias de esa insana necedad. Sólo sé que es el único camino que me inspira a continuar la marcha, hacia el oriente simbólico, al encuentro con la luz... y quizá aquí no haya piedras, osos o pescadores que detengan el viaje; quizá sean hoyos negros, paradojas o incertidumbres, o quizá sea la fatiga, profunda, decepcionante y definitiva, la que finalmente detenga al salmón cuántico...