De la gran mente brota la chispa divina, y por el principio de generación tenemos el "uno", la manifestación, y como unidad de esta, el espíritu (1). No solo es el "yo soy" sino "yo soy yo", con lo que no solo se afirma la existencia sino también la individualidad.
Por antagonismo llegamos al binario, la dualidad, los opuestos (2), y obtenemos así la polaridad, el movimiento en un plano, el choque de fuerzas que genera la luz.
Pero la oposición resulta ser solo una ilusión que se resuelve al entender que son dos polos de una misma cualidad. La solución se halla en un tercer principio, más elevado, que es capás de actuar conciliando los opuestos y haciéndolos complementarios, llegando así, por síntesis, al ternario (3); y sin embargo nos remite, en ese nuevo principio, de vuelta a la unidad.
Resumiendo ese movimiento cíclico del 1 al 2, del 2 al 3 y de regreso al 1, tenemos la acción creadora, el "verbo", y también la evolución (si lo vemos como una espiral).
Ese movimiento nos lleva a la creación. El cuaternario es la adición del principio creador a la trinidad evolutiva contenida en aquel principio y a través del cual se manifiesta en los planos superiores (1+3), y se hace fecundo en el plano físico, la materia, al formar la cruz (2+2), pues ahí se unen los principios masculino y femenino.
Así, cuando el espíritu se une a la materia (1+4), obtenemos el signo del microcosmos, del ser humano, imagen de su creador; perfectible que no perfecto, aún, y toma posesión de la creación pero apenas en su aspecto cognocitivo.
Para dominar la materia deberá dominarse a sí mismo, y para ello deberá encontrar la esencia de su origen divino, como está inscrito en el Tetragramatón. Así pues, gracias a la comprensión del principio de correspondencia, comenzará a instruirse en el manejo de la fuerza, la energía, hasta alcanzar el equilibrio entre los planos representado por la suma del ternario primitivo con el ternario evolucionado (3+3); como es arriba es abajo.
Y solo entonces, al unirse el plano espiritual con el físico (3+4) llegaremos al heptagrama, al mago; aquel que conoce la naturaleza por entender las causas que producen los efectos, en cualquier plano, y por ende puede actuar sobre aquella ejerciendo su voluntad, pero siempre atendiendo los principios que lo llevaron a ese estado.
En el Tarot, la carta 1 es "el mago", pero la carta 7 es "el triunfo", y así, en este proceso descrito del 1 al 7 está la clave de la génesis del mago.
Por antagonismo llegamos al binario, la dualidad, los opuestos (2), y obtenemos así la polaridad, el movimiento en un plano, el choque de fuerzas que genera la luz.
Pero la oposición resulta ser solo una ilusión que se resuelve al entender que son dos polos de una misma cualidad. La solución se halla en un tercer principio, más elevado, que es capás de actuar conciliando los opuestos y haciéndolos complementarios, llegando así, por síntesis, al ternario (3); y sin embargo nos remite, en ese nuevo principio, de vuelta a la unidad.
Resumiendo ese movimiento cíclico del 1 al 2, del 2 al 3 y de regreso al 1, tenemos la acción creadora, el "verbo", y también la evolución (si lo vemos como una espiral).
Ese movimiento nos lleva a la creación. El cuaternario es la adición del principio creador a la trinidad evolutiva contenida en aquel principio y a través del cual se manifiesta en los planos superiores (1+3), y se hace fecundo en el plano físico, la materia, al formar la cruz (2+2), pues ahí se unen los principios masculino y femenino.
Así, cuando el espíritu se une a la materia (1+4), obtenemos el signo del microcosmos, del ser humano, imagen de su creador; perfectible que no perfecto, aún, y toma posesión de la creación pero apenas en su aspecto cognocitivo.
Para dominar la materia deberá dominarse a sí mismo, y para ello deberá encontrar la esencia de su origen divino, como está inscrito en el Tetragramatón. Así pues, gracias a la comprensión del principio de correspondencia, comenzará a instruirse en el manejo de la fuerza, la energía, hasta alcanzar el equilibrio entre los planos representado por la suma del ternario primitivo con el ternario evolucionado (3+3); como es arriba es abajo.
Y solo entonces, al unirse el plano espiritual con el físico (3+4) llegaremos al heptagrama, al mago; aquel que conoce la naturaleza por entender las causas que producen los efectos, en cualquier plano, y por ende puede actuar sobre aquella ejerciendo su voluntad, pero siempre atendiendo los principios que lo llevaron a ese estado.
En el Tarot, la carta 1 es "el mago", pero la carta 7 es "el triunfo", y así, en este proceso descrito del 1 al 7 está la clave de la génesis del mago.
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